La madrugada del 30 de junio marcó un punto crítico para el agro chileno, con temperaturas extremas que alcanzaron los –9,3 °C en Chillán, superando récords anteriores. Los efectos se extendieron a Santa Rosa, Humán, Cañete y Concepción. Aunque los cultivos están en dormancia, preocupa la situación de los avellanos europeos. Autoridades llaman a reforzar medidas preventivas ante futuras heladas invernales.
Fecha:Tuesday 01 Jul de 2025
Gestor:INSTITUTO IDIAT
El 30 de junio, la ciudad de Chillán registró la temperatura más baja en su historia reciente: –9,3 °C. Este fenómeno climático superó el récord de –6,3 °C anotado en 2022, convirtiéndose en una señal clara de la intensificación de los eventos extremos en el sur de Chile. La helada se presentó como parte de una ola polar proveniente del sur del continente, que avanzó con fuerza hacia el centro-sur del país, generando cielos despejados y noches extremadamente frías.
Zonas rurales de las regiones de Ñuble y Biobío también experimentaron temperaturas inusuales. Santa Rosa alcanzó –7,6 °C, Humán descendió hasta –5,5 °C, Cañete llegó a –5,1 °C y en Concepción se reportó una mínima de –0,4 °C. Estas condiciones extremas sorprendieron a los agricultores y pusieron a prueba la resistencia de los cultivos y las estrategias de manejo climático implementadas en las últimas campañas.
La helada fue causada por una masa de aire polar que, al ingresar a la zona central, generó un sistema de alta presión atmosférica con cielos despejados y ausencia de nubosidad. Estas condiciones favorecieron el descenso térmico nocturno. Especialistas indicaron que este fenómeno no está vinculado directamente con el evento de La Niña, pero responde a un invierno particularmente seco y más frío que lo habitual.
La ola de frío se extendió más allá de la madrugada del 30 de junio, con temperaturas bajo cero mantenidas por varios días. Las proyecciones climáticas anticipaban la continuación de mínimas extremas al menos hasta el final de la semana. Se esperaba que hacia el fin de semana siguiente, las temperaturas comenzaran a elevarse ligeramente, aunque el riesgo de heladas recurrentes persistiría durante julio y agosto.
Afortunadamente, el trigo y otros cereales se encontraban mayormente en fase de germinación o emergencia. En esta etapa, los cultivos presentan una mayor tolerancia a las bajas temperaturas. Según investigadores especializados en mejoramiento genético, el efecto de la helada sobre los trigos recién sembrados sería mínimo, aunque se advirtió que el crecimiento podría ralentizarse temporalmente.
Se recomendó a los agricultores suspender temporalmente el uso de herbicidas o aplicaciones foliares en cultivos expuestos a temperaturas bajo cero, para evitar quemaduras o daño en los tejidos jóvenes. Además, se sugirió ajustar los calendarios de manejo agronómico hasta que las condiciones térmicas se estabilicen.
En cuanto a los frutales de hoja caduca, el momento de ocurrencia de la helada fue relativamente favorable. En su mayoría, estos árboles se encontraban en estado de reposo vegetativo, lo que les otorga una alta resistencia a las bajas temperaturas. Durante esta etapa, las estructuras como yemas y ramas soportan mínimas de hasta –15 °C sin sufrir daños graves.
No obstante, se advirtió sobre la necesidad de monitorear huertos en zonas de transición o con microclimas más templados, donde algunos árboles podrían haber iniciado la brotación anticipada. En esos casos, incluso una helada leve podría afectar tejidos jóvenes o floraciones incipientes.
Una de las mayores preocupaciones se concentró en los cultivos de avellano europeo. Aunque este frutal tolera bien el frío, algunas plantaciones presentan menor lignificación en ramas nuevas, lo que podría aumentar su vulnerabilidad. Las estructuras reproductivas femeninas, en cambio, tienen una resistencia elevada y pueden soportar hasta –20 °C en latencia y cerca de –8 °C en floración.
Las inflorescencias masculinas, por su parte, también ofrecen buena tolerancia, resistiendo entre –16 °C y –18 °C. A pesar de ello, el principal riesgo para el avellano está en el equilibrio fenológico de la planta, que podría alterarse si se combinan heladas con oscilaciones térmicas bruscas durante el invierno.
La helada no solo afectó al sector agrícola. Las temperaturas extremas provocaron la aparición de escarcha en rutas y caminos rurales, generando condiciones de riesgo para el transporte de carga y el tránsito de trabajadores agrícolas. Las autoridades regionales emitieron recomendaciones para la circulación con precaución y el uso de elementos reflectantes y cadenas en zonas altas.
Además, se activaron planes de apoyo en las comunidades más afectadas por el frío, incluyendo asistencia a adultos mayores y distribución de recursos básicos para calefacción, sobre todo en localidades rurales donde el acceso a servicios puede ser limitado.
Ante la magnitud del fenómeno, los servicios meteorológicos y agrícolas emitieron una advertencia agrometeorológica para las regiones del Maule, Ñuble y Biobío. Esta alerta incluyó previsiones de heladas moderadas a severas y recomendó medidas concretas para mitigar daños.
Se sugirió detener labores de poda, aplicación de agroquímicos y cualquier manejo que exponga los tejidos vegetales a daño mecánico o químico. También se instó a reforzar la vigilancia de los cultivos, implementar prácticas de riego preventivo donde sea factible y mantener registros térmicos en campo.
Los registros térmicos de la región de Biobío también marcaron mínimos históricos. En comunas como Mulchén se registraron temperaturas de hasta –8,9 °C, mientras que en Curanilahue y Los Ángeles los termómetros descendieron hasta –6,4 °C y –5,9 °C respectivamente.
Si bien estos datos sugieren un daño potencial a nivel productivo, su verdadero impacto deberá ser evaluado tras varios días de monitoreo en terreno. En muchos casos, los daños por heladas no se evidencian de inmediato, sino que se manifiestan en etapas posteriores del desarrollo de los cultivos.
La helada del 30 de junio ha servido como un llamado de atención para el sector agrícola del sur de Chile. Si bien los cultivos toleraron el evento sin consecuencias catastróficas, el riesgo de nuevas heladas durante el invierno obliga a reforzar las estrategias de prevención.
Se planteó la necesidad de mejorar los sistemas de alerta temprana, ampliar las redes de estaciones meteorológicas locales y capacitar a los productores en manejo invernal. Además, se propuso el fortalecimiento de los planes de contingencia regionales para reaccionar ante emergencias climáticas con mayor rapidez.
En un contexto de cambio climático, los eventos extremos como heladas, olas de calor o lluvias torrenciales se presentan con mayor frecuencia y severidad. La agricultura chilena, especialmente en regiones como Ñuble y Biobío, debe adaptarse a esta nueva realidad con enfoque preventivo.
La incorporación de tecnologías de monitoreo en tiempo real, cubiertas protectoras, cortinas rompevientos y manejo del suelo orientado a conservar temperatura son algunas de las estrategias que pueden implementarse. También se requiere promover seguros agrícolas contra eventos climáticos y fortalecer la articulación público-privada en materia de resiliencia climática.
La helada histórica que azotó Chillán y sus alrededores el 30 de junio de 2025 representa un hito en la evolución climática del sur de Chile. Su impacto en el sector agrofrutícola, aunque contenido gracias al estado fenológico de los cultivos, pone en evidencia la necesidad de actualizar y reforzar los sistemas de prevención, monitoreo y respuesta ante eventos extremos.
La experiencia de esta helada debe ser aprovechada como una oportunidad para revisar protocolos, invertir en tecnología adaptativa y formar una cultura agrícola más resiliente al clima. Solo así será posible proteger la seguridad alimentaria, la estabilidad económica del sector y el bienestar de las comunidades rurales.