En un acto celebrado esta semana en la sede central del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP), se dieron a conocer dos líneas de arroz que podrían marcar un punto de inflexión en la productividad y la sostenibilidad del cultivo en el país. Desarrolladas con el respaldo del Fondo de Investigación para la Agrobiodiversidad, Semilla y Agricultura Sustentable (Fiasa), estas variedades se encuentran actualmente en proceso de inscripción oficial y se espera que estén disponibles para los productores a finales de 2025, tras completar los ensayos de registro en distintas zonas agroclimáticas.
Ecuador alberga alrededor de 120 000 hectáreas dedicadas al cultivo de arroz, una cifra que ha permanecido estable en la última década pese al crecimiento de la demanda interna. La necesidad de incrementar los rendimientos por hectárea, reducir el consumo de agua y afrontar retos como las variaciones climáticas y la presión de plagas ha impulsado a INIAP a diversificar su oferta varietal. Tradicionalmente, los productores han dependido de un puñado de variedades comerciales con ciclos largos y sensibilidad a enfermedades como el manchado de grano y el tizón de hoja.
El INIAP, entidad pública con más de medio siglo de experiencia en mejoramiento genético de cultivos tropicales, lidera esta investigación en alianza con Fiasa, un fondo creado en 2022 que reúne aportes de instituciones estatales, sector privado y organizaciones no gubernamentales. Fiasa se enfoca en proyectos que promueven la conservación de la agrobiodiversidad y el desarrollo de tecnologías limpias, destinando recursos a investigaciones que equilibren productividad y cuidado ambiental.
Las dos líneas de arroz presentadas, identificadas provisionalmente como “INIAP‑A1” e “INIAP‑B2”, contienen genes introgressados de variedades tradicionales de la región costera y de germoplasma internacional resistente a episodios de estrés hídrico. INIAP‑A1 se caracteriza por un ciclo corto de 105 días, tolerancia intermedia a sequías y elevada calidad de grano para mercado fresco. INIAP‑B2, por su parte, muestra resistencia genética al principal patógeno bacteriano del cultivo y una capacidad de rebrote que permite dos cortes de riego, reduciendo el consumo total de agua en hasta un 20 %.
El componente de sostenibilidad resulta clave: ambas líneas requieren 10 % menos fertilizante nitrogenado y presentan menor incidencia de malezas por su vigor inicial. Esto favorece la adopción de sistemas de producción de bajos insumos y facilita la integración con prácticas agroecológicas, como la siembra directa sobre rastrojo y el uso de cubiertas vegetales durante la época de descanso del suelo.
Desde finales de 2024, ambas variedades han sido evaluadas en ensayos multilocales distribuidos en las provincias de Guayas, Los Ríos y El Oro, donde se comparan con las variedades de referencia. Los resultados preliminares muestran rendimientos promedio de 7,2 toneladas por hectárea, frente a 6,0 toneladas de los testigos comerciales: un incremento de 20 % bajo condiciones de riego y de 15 % en secano, incluso tras campañas con episodios intensos de lluvia.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería participa del proceso de registro varietal, mediante el Servicio Nacional de Semillas y Material de Propagación Vegetal. Tras la inscripción oficial, se abrirá un periodo de multiplicación de semilla básica y certificada que garantizará disponibilidad y calidad para los agricultores. Se estima que el primer lote comercial estará listo para la campaña de siembra del primer trimestre de 2026.
Para los productores, estas nuevas opciones representan una oportunidad de diversificar su cartera de cultivos y reducir riesgos. Con precios internacionales del arroz estables y una demanda que crece al 3 % anual, el ingreso potencial por hectárea podría aumentar en 18 % al adoptar INIAP‑A1 o INIAP‑B2. Además, la menor necesidad de insumos permite un ahorro directo en costos de producción de hasta 12 %.
Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, el fortalecimiento del cultivo de arroz en zonas tradicionalmente vulnerables al cambio climático contribuye a garantizar el abasto nacional. Ecuador no solo podría cubrir su demanda interna, estimada en 800 000 toneladas al año, sino también incursionar en mercados regionales de bajo volumen y alto valor agregado, como paquetes de arroz fortificado y orgánico.
El impacto ambiental es otro pilar de este proyecto. Al reducir el uso de fertilizantes y pesticidas, se minimiza la contaminación de cuerpos de agua y se protege la biodiversidad acuática. La promoción de sistemas de riego eficiente favorece la conservación de acuíferos y la recarga de mantos freáticos, crucial en cuencas con crecimiento urbano acelerado.
“El compromiso de INIAP con la innovación responsable se ve concretado en estas líneas de arroz”, señaló la directora nacional de Investigación del instituto. “Buscamos responder a las necesidades reales de los agricultores, apoyados en la ciencia y en la colaboración público‑privada, para construir un sistema agrícola más resiliente y próspero”.
Productores piloto en Valle Hermoso y Santa Lucía coinciden en los beneficios. “Nunca habíamos visto un rebrote tan fuerte tras cortes de riego”, comenta uno de ellos. “Con menos agua y químicos, logramos más grano. Eso nos da esperanza para enfrentar años de lluvia errática”.
El gobierno, por su parte, promueve políticas de fomento a la adopción de variedades innovadoras, incluyendo subsidios parciales para la compra de semilla certificada y capacitación técnica gratuita. Estos incentivos se enmarcan en el Plan Nacional de Agrobiodiversidad, que busca articular esfuerzos de investigación, extensión y mercados.
En paralelo, se trabaja en alianzas con cooperativas y comercializadores, para desarrollar marcas locales que destaquen el origen y las características sostenibles del arroz INIAP. La creación de valor agregado mediante empaques diferenciados y trazabilidad digital pretende captar un segmento premium de consumidores concienciados con la sostenibilidad.
De cara al futuro, INIAP y Fiasa proyectan ampliar su programa de mejoramiento con líneas de arroz para zonas altoandinas y de transición, adaptadas a temperaturas bajas y suelos de pendiente. La metodología de intercambio de germoplasma con centros internacionales pretende enriquecer el banco genético nacional y asegurar un flujo constante de innovación.
Hasta finales de 2025, la expectativa es consolidar una cartera de al menos cinco variedades comerciales de arroz, cubriendo diferentes demandas de ciclo, resistencia y calidad de grano. Este abanico permitirá a los productores elegir la opción más acorde a sus condiciones y objetivos, reduciendo la vulnerabilidad ante contingencias climáticas y de mercado.
La presentación de estas dos líneas de arroz no es solo un avance científico, sino una señal clara de que la diversificación agrícola puede ser un camino viable para transformar el sector. Con investigación de calidad, financiamiento estratégico y políticas públicas coherentes, el país avanza hacia un modelo agroalimentario más competitivo, inclusivo y respetuoso con el entorno.
En definitiva, la alianza entre INIAP y Fiasa demuestra que la sinergia entre instituciones públicas, fondos especializados y productores es la clave para enfrentar los retos de la agricultura del siglo XXI. Cuando estas nuevas variedades sean finalmente liberadas al mercado, miles de hectáreas podrán beneficiarse de un arroz de alto rendimiento y bajo impacto ambiental, abriendo la puerta a una revolución silenciosa en los campos ecuatorianos.