Colombia y EE.UU. en tensión: la prórroga de aranceles de Trump pone en jaque al comercio bilateral

SUCESO IMPORTANTE EN EL SECTOR AGRICOLA

Colombia enfrenta la extensión de los aranceles del 10 % impuestos por Donald Trump, en plena crisis diplomática con Washington. La falta de una estrategia clara para negociar la exención contrasta con la reacción proactiva de países vecinos. Sectores clave del comercio, como los hidrocarburos, aguacates y flores, ven amenazados sus mercados en EE. UU. La escalada afecta además relaciones políticas y estratégicas entre ambos países.

Colombia y EE.UU. en tensión: la prórroga de aranceles de Trump pone en jaque al comercio bilateral

Fecha:
Wednesday 09 Jul de 2025

Gestor:
INSTITUTO IDIAT

Aranceles prorrogados y un panorama incierto

Colombia afronta la prolongación de los aranceles estadounidenses en un contexto de creciente tensión bilateral. Desde el anuncio original, el país quedó incluido en la lista de naciones afectadas por un gravamen del 10 % sobre productos clave. La reciente decisión de mantener estos aranceles durante un mes más agudiza la incertidumbre sobre el futuro del comercio entre ambos países. Sin una hoja de ruta clara, los exportadores y autoridades enfrentan un escenario cada vez más complejo.

El riesgo de que los aranceles se eleven o se mantengan indefinidamente genera preocupación en sectores económicos sensibles. Se trata de una medida que, aunque se originó por decisiones unilaterales, responde también al deterioro de las relaciones diplomáticas. El gobierno colombiano no ha logrado aún obtener una exención o un canal formal de negociación. Este retraso pone en duda la capacidad institucional para gestionar una crisis comercial con su principal socio económico.

 

Exportaciones en riesgo: aguacates, flores y petróleo

La imposición de aranceles afecta directamente a los principales productos que Colombia vende al mercado estadounidense. El aguacate, por ejemplo, ha ganado terreno en la dieta del consumidor norteamericano, pero con el nuevo gravamen, pierde competitividad frente a proveedores como México o Perú. La cadena de valor agrícola se ve perjudicada por el alza de costos y la incertidumbre en los pedidos de los compradores estadounidenses.

En el caso de las flores, Colombia es líder mundial en exportación, pero cualquier cambio en las condiciones comerciales puede repercutir en miles de empleos rurales. La industria petrolera también podría verse afectada si se aplican medidas adicionales sobre el crudo o sus derivados. En conjunto, estas amenazas comprometen el ingreso de divisas, la estabilidad de las regiones productoras y la confianza de los inversionistas internacionales.

 

Un deterioro diplomático sin precedentes recientes

Más allá del impacto comercial, la crisis refleja un deterioro profundo en las relaciones políticas entre Colombia y Estados Unidos. La ausencia de diálogo fluido y la acumulación de gestos hostiles han minado la confianza bilateral. La negativa a recibir vuelos con deportados, sumada a mensajes cruzados entre autoridades de ambos países, ha escalado la tensión a niveles inusuales. La diplomacia tradicional ha sido sustituida por pronunciamientos mediáticos y respuestas simbólicas.

Esta situación reduce la capacidad de ambos gobiernos para encontrar soluciones técnicas a un problema comercial. La falta de una interlocución estable dificulta la negociación de alivios o excepciones arancelarias. Además, deja a Colombia en una posición de debilidad frente a otros países que ya han conseguido acuerdos o mecanismos de compensación. El costo político de esta fractura puede extenderse más allá del comercio y comprometer otros ámbitos de cooperación.

 

Contraste con la estrategia de países vecinos

Mientras Colombia mantiene una postura diplomática contenida, otros países de la región han actuado con mayor rapidez para obtener beneficios o ajustes en su tratamiento arancelario. Algunos lograron activar equipos técnicos en Washington, movilizar representantes comerciales y establecer contactos directos con altos funcionarios estadounidenses. Esta proactividad ha sido clave para evitar o reducir los impactos de las medidas proteccionistas.

La estrategia colombiana, en cambio, ha sido percibida como pasiva e ineficaz. La ausencia de un plan articulado, sumada a las dificultades internas del gobierno para coordinar posiciones, ha impedido avanzar con claridad. Esta diferencia en el enfoque refuerza la percepción de que Colombia está perdiendo terreno frente a sus competidores regionales, tanto en términos comerciales como diplomáticos. La inacción tiene un costo creciente.

 

El empresariado exige definiciones urgentes

Los sectores productivos más afectados han alzado la voz para pedir acciones concretas del gobierno. Las cámaras de comercio, gremios agrícolas y asociaciones industriales han solicitado con urgencia una estrategia que permita negociar la exención de los aranceles. También han planteado la necesidad de establecer líneas de apoyo para enfrentar las pérdidas temporales y asegurar la continuidad de las exportaciones.

La incertidumbre ha comenzado a frenar inversiones, posponer contratos y disminuir la confianza empresarial. Algunos productores ya evalúan desviar parte de su oferta hacia otros mercados, aunque esto implique sacrificios financieros. La falta de claridad sobre lo que ocurrirá el 1 de agosto, fecha en la que se podría elevar aún más la carga impositiva, obliga a los empresarios a prepararse para escenarios desfavorables.

 

Riesgos de pérdida de mercado a mediano plazo

Si la situación persiste, Colombia podría perder definitivamente parte de su cuota de mercado en Estados Unidos. Grandes importadores podrían optar por proveedores más estables y seguros, afectando la fidelidad comercial construida durante años. Recuperar esos espacios no solo requiere tiempo, sino también inversiones adicionales y condiciones más competitivas. La volatilidad de las relaciones bilaterales se convierte así en un factor estructural de riesgo.

Además, el mantenimiento de los aranceles puede acelerar la migración de empresas hacia otros destinos más previsibles. La inestabilidad normativa y diplomática genera un entorno poco propicio para la planificación estratégica. Esto no solo impacta al comercio, sino también al empleo, a la producción y al desarrollo de nuevas cadenas de valor. La pérdida de confianza es uno de los costos más altos y difíciles de revertir.

 

La ventana de negociación aún está abierta

A pesar del deterioro, todavía existe una oportunidad para revertir el escenario. Estados Unidos ha dejado abierta la posibilidad de otorgar exenciones a los países que cumplan ciertos criterios o presenten argumentos sólidos. Colombia podría activar una misión negociadora técnica, establecer canales con actores clave en el Congreso estadounidense y reforzar su presencia diplomática para acelerar los contactos.

La creación de un equipo mixto entre sector público y privado permitiría fortalecer la legitimidad de la propuesta colombiana. También sería posible articular el respaldo de otros países latinoamericanos para reclamar un tratamiento regional más equilibrado. El margen de maniobra existe, pero requiere decisiones rápidas, coherencia política y una visión estratégica clara.

 

El frente político interno también se ve afectado

El tema de los aranceles ya comienza a tener repercusiones en la política interna. La oposición cuestiona la falta de liderazgo y preparación del gobierno frente a una crisis previsible. También acusa al Ejecutivo de priorizar relaciones ideológicas con países emergentes, mientras descuida vínculos estratégicos con aliados históricos. Esta narrativa puede volverse dominante en el discurso electoral si no se logran avances concretos.

Por otro lado, sectores afines al gobierno insisten en que Colombia no debe someterse a presiones extranjeras y que los aranceles son una forma de castigo político. Esta división dificulta la construcción de una respuesta nacional unificada y refuerza la percepción de improvisación. El resultado del conflicto comercial con Estados Unidos podría influir en la evaluación de gestión y en la campaña presidencial de 2026.

 

Alternativas en el escenario internacional

Colombia puede explorar otras rutas para compensar el impacto de los aranceles. Entre ellas se encuentra la diversificación de mercados hacia Europa, Asia y África, así como el fortalecimiento de acuerdos bilaterales con países que ofrezcan mejores condiciones de acceso. También es posible acudir a mecanismos multilaterales para cuestionar las medidas proteccionistas y reclamar un trato más justo.

En paralelo, se debe reforzar la capacidad productiva interna para resistir mejor los choques externos. La inversión en infraestructura logística, tecnología agrícola y transformación industrial puede aumentar el valor agregado de las exportaciones y reducir la dependencia de condiciones fiscales externas. Estas acciones requieren visión de largo plazo y voluntad política sostenida.

 

Un desafío que marcará la agenda nacional

La prórroga de los aranceles no es solo una cuestión técnica o comercial: se ha convertido en un símbolo del momento crítico que atraviesa Colombia en el plano internacional. El manejo que se dé a esta crisis puede definir la credibilidad del país frente a sus socios y ante sí mismo. La respuesta debe ser firme, inteligente y centrada en resultados.

Superar este desafío exige coordinación institucional, liderazgo político y capacidad de adaptación. El tiempo corre y los efectos ya se sienten en los mercados. Colombia tiene la oportunidad de demostrar que puede defender sus intereses sin renunciar a sus principios. Pero para ello necesita actuar con decisión, coherencia y sentido estratégico antes de que sea demasiado tarde.

Contacto comercial del país ColombiaColombia

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Contacto comercial del país ColombiaColombia