La reconfiguración del comercio agrícola global avanza con fuerza, y Brasil emerge como el gran beneficiario del cambio en las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos. Durante los primeros meses de la campaña 2025/2026, las exportaciones brasileñas de soja hacia China alcanzaron niveles récord, consolidando al gigante sudamericano como principal proveedor agrícola del país asiático y desplazando a los productores estadounidenses de una posición que mantuvieron durante décadas.
Las tensiones comerciales entre Washington y Pekín, sumadas a una política china de diversificación de fuentes de abastecimiento, han impulsado una nueva era en el comercio mundial de granos. En lo que va del año, China ha reducido significativamente sus compras a Estados Unidos de maíz, trigo y sorgo, mientras incrementa de manera sostenida las importaciones provenientes de América del Sur, especialmente de Brasil.
De acuerdo con datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (MAPA), las exportaciones brasileñas de soja a China crecieron un 14 % interanual, alcanzando un volumen estimado de 70 millones de toneladas, cifra histórica que representa cerca del 75 % de las compras totales de soja de China.
“Estamos viviendo una transformación estructural. China busca estabilidad, y Brasil ofrece un suministro continuo, diversificado y competitivo”, afirmó Tereza Cristina Dias, exministra y asesora del Consejo Nacional de Agricultura.
El protagonismo brasileño se centra en la soja, un producto estratégico para la alimentación animal y la producción de aceites vegetales en China. Este país, que importa más del 60 % de la soja comercializada en el mundo, ha reforzado sus acuerdos logísticos y sanitarios con Brasil para garantizar un flujo estable.
Los puertos de Santos, Paranaguá y Itaqui operan actualmente al máximo de su capacidad, despachando buques casi a diario con destino a los puertos chinos de Qingdao, Dalian y Shanghai. Las exportaciones se ven favorecidas por la reciente apertura de corredores ferroviarios internos, como la Ferrogrão y la Norte-Sur, que reducen los costos de transporte desde Mato Grosso, el principal estado productor.
“China es hoy nuestro socio estratégico más importante. La coordinación logística, la infraestructura portuaria y la certificación sanitaria son claves para mantener este liderazgo”, señaló Roberto Rodrigues, coordinador del Centro de Agronegocios de la Fundación Getulio Vargas.
El cambio de flujos comerciales se da en medio de tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China, que incluyen disputas tecnológicas y agrícolas. Las tarifas impuestas por ambas partes y los retrasos en los acuerdos de cooperación han llevado a Pekín a buscar proveedores más estables y políticamente neutrales.
Brasil, con su vasta producción agrícola, se posiciona como una alternativa segura. Este giro fortalece su papel no solo como exportador de commodities, sino también como actor estratégico dentro del sistema alimentario global.
Según analistas del Instituto de Estudios Internacionales de Shanghái, el desplazamiento del eje agrícola hacia el sur global tiene implicaciones a largo plazo:
“China está reduciendo su dependencia de Estados Unidos y promoviendo relaciones más sólidas con países del BRICS, especialmente con Brasil, que comparte una agenda más alineada con su estrategia de seguridad alimentaria.”
El aumento de las exportaciones agrícolas ha tenido efectos positivos en la economía brasileña. El sector agroindustrial representa más del 27 % del PIB nacional, y las ventas a China generan divisas esenciales para el equilibrio fiscal. Sin embargo, el auge exportador también despierta preocupaciones ambientales.
Organizaciones ambientales alertan sobre la expansión de la frontera agrícola hacia zonas sensibles de la Amazonía y el Cerrado, presionadas por la creciente demanda internacional. Ante ello, el gobierno federal promueve políticas de agricultura sostenible y programas de certificación como el “Soja Plus”, enfocados en trazabilidad y manejo responsable del suelo.
“Brasil puede alimentar al mundo sin deforestarlo. La tecnología y la responsabilidad ambiental deben ir de la mano con el crecimiento económico”, enfatizó Carlos Fávaro, ministro de Agricultura.
Con las actuales proyecciones, Brasil podría superar los US$ 55.000 millones en exportaciones agrícolas a China en 2025, cifra récord que duplicaría el valor alcanzado hace una década. Se estima que la relación comercial bilateral seguirá expandiéndose hacia otros rubros, como carne bovina, maíz, café y algodón.
El fortalecimiento de esta alianza agroalimentaria también impacta en la diplomacia económica de ambos países. El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva busca equilibrar su cooperación entre Oriente y Occidente, mientras promueve una agenda común de desarrollo sostenible dentro del BRICS ampliado.
El desplazamiento de China hacia Brasil marca un punto de inflexión en el comercio internacional de alimentos. Este fenómeno no solo redefine los lazos económicos entre dos potencias emergentes, sino que también refleja una tendencia más amplia: la del reordenamiento geopolítico del suministro alimentario mundial, con América Latina en el centro de la escena.
“El siglo XXI será el siglo de la seguridad alimentaria, y Brasil tiene todo para ser su protagonista”, concluyó Rodrigues.