Rusia en la encrucijada del trigo: exportaciones al mínimo desde 2008 y estrategias de contención

SUCESO IMPORTANTE EN EL SECTOR AGRICOLA

En julio de 2025, las exportaciones rusas de trigo cayeron a su punto más bajo en 17 años, marcando entre 2.0 y 2.6 millones de toneladas frente a los 3.67 millones de 2024. La crisis se atribuye a retrasos en la cosecha, bajos precios internacionales y retención del grano por parte de los agricultores. Ante este escenario, el gobierno eliminó impuestos a la exportación e implementó medidas urgentes para evitar un colapso comercial. El futuro de Rusia como potencia exportadora de trigo está en juego.

Rusia en la encrucijada del trigo: exportaciones al mínimo desde 2008 y estrategias de contención

Fecha:
Friday 11 Jul de 2025

Gestor:
INSTITUTO IDIAT

Histórica caída en exportaciones: un retroceso de 17 años

Julio de 2025 quedará registrado como un mes crítico para el comercio exterior agrícola de Rusia. Las exportaciones de trigo se desplomaron a niveles no vistos desde 2008, con cifras que oscilaron entre 2.0 y 2.6 millones de toneladas. Esta disminución contrasta abruptamente con las 3.67 millones de toneladas registradas en julio del año anterior. Los mercados internacionales reaccionaron con inquietud ante la reducción de uno de los principales proveedores globales de trigo, lo que podría impactar la seguridad alimentaria de diversos países importadores.

La noticia repercutió en bolsas agrícolas y centros de distribución de grano, dada la relevancia de Rusia como primer exportador mundial. Aunque el país ha experimentado oscilaciones en sus volúmenes por razones climáticas o políticas, esta caída fue considerada excepcional por su magnitud y su sincronía con otras debilidades del mercado global. Expertos advierten que, de no mediar correcciones rápidas, se profundizarán las tensiones comerciales y geopolíticas derivadas de la oferta limitada de trigo.

 

Las causas estructurales: cosecha tardía, escasez y precios bajos

El origen de esta caída radica en múltiples factores estructurales. El primero y más evidente fue el retraso en la cosecha. A diferencia de años anteriores, el inicio de la recolección del trigo se demoró por condiciones climáticas irregulares: lluvias prolongadas en el sur y temperaturas inestables en las principales zonas productoras. Esto impidió que el grano llegue a tiempo a los centros de acopio y procesamiento, afectando el calendario de exportación.

Adicionalmente, las reservas internas de trigo estaban más limitadas que en ciclos anteriores. Las existencias de campaña fueron consumidas aceleradamente en los meses previos, sin reponer con igual ritmo. A esto se suma un fenómeno económico: los precios internacionales del trigo, presionados por excedentes en países competidores, cayeron por debajo de los niveles esperados. Ante esta baja cotización, muchos agricultores optaron por retener la cosecha, esperando un repunte en los mercados globales.

 

Retención estratégica: agricultores contra el mercado

Uno de los factores clave en esta crisis es la decisión de numerosos productores de almacenar el trigo en lugar de comercializarlo. Este comportamiento de retención especulativa fue incentivado por la expectativa de una subida en los precios internacionales en los próximos meses. Dada la percepción de que la oferta global se ajustará, muchos agricultores prefieren esperar a mejores condiciones antes de vender sus granos a exportadores o al Estado.

Este fenómeno tiene implicancias directas para la dinámica comercial. La oferta disponible para exportación se contrajo de forma abrupta, no porque no exista producción, sino porque el grano no está siendo liberado. Esta acción, si bien racional desde el punto de vista económico del agricultor individual, genera un problema sistémico para el país, que se ve impedido de cumplir compromisos comerciales y pierde competitividad frente a otros oferentes como Australia, Canadá o Estados Unidos.

 

Medidas del Kremlin: eliminación de impuestos y estímulos logísticos

Ante la gravedad de la situación, el gobierno ruso actuó con rapidez. La primera decisión fue eliminar temporalmente los impuestos a la exportación de trigo, que en ciclos anteriores habían sido diseñados para proteger el mercado interno y evitar el desabastecimiento. Esta política, aunque bien intencionada, terminó por desincentivar las ventas al exterior justo en un momento en que los ingresos por divisas son cruciales para la economía rusa.

Además de la desgravación arancelaria, se anunciaron medidas logísticas para acelerar la cadena de comercialización. Se desplegaron mecanismos de financiamiento y se activaron acuerdos con compañías ferroviarias y portuarias para priorizar el transporte de trigo. Estas iniciativas buscan hacer más atractiva la venta inmediata del grano, disminuyendo los tiempos y costos para los agricultores. Sin embargo, su éxito dependerá de la confianza que logren generar entre los actores del sector.

 

Impacto en los mercados globales: efecto dominó en Asia y África

Rusia representa cerca del 20 % del comercio global de trigo, y su menor participación en los mercados afecta directamente a países dependientes de estas importaciones. Especialmente en regiones de África del Norte, Medio Oriente y Asia Central, la reducción de envíos ya ha generado aumentos de precios locales y preocupación por la seguridad alimentaria. Países como Egipto, Argelia y Bangladesh han comenzado a buscar alternativas de aprovisionamiento, elevando los precios de contratos futuros.

La falta de grano ruso ha impulsado un leve repunte en los precios globales, aunque insuficiente para compensar las pérdidas rusas. A su vez, se genera una oportunidad para competidores como Ucrania, Estados Unidos y Argentina, que podrían aprovechar el espacio dejado por Moscú. Sin embargo, el sistema logístico y la demanda internacional ya venían tensionados, por lo que el reacomodo de proveedores no será inmediato ni eficiente en todos los casos.

 

Productores rusos entre la especulación y la incertidumbre

Desde la base productiva rusa, los agricultores se enfrentan a un dilema. Por un lado, retener el trigo podría garantizar un mejor precio futuro. Por otro, el riesgo de prolongar la venta ante costos de almacenamiento, degradación del grano o cambios fiscales podría reducir sus beneficios. Además, muchos de ellos tienen compromisos financieros con bancos y proveedores, lo que limita su capacidad de esperar indefinidamente. Esta tensión revela la fragilidad del sistema agrícola cuando el mercado pierde previsibilidad.

Las asociaciones de productores han solicitado al gobierno una política de precios mínimos de garantía y mecanismos de seguro agrícola que los protejan ante oscilaciones tan pronunciadas. También exigen mayor transparencia en la formación de precios, pues algunos acusan a intermediarios de manipular el mercado con compras a la baja, aprovechando la desesperación de ciertos productores más vulnerables. La situación ha reavivado el debate sobre el rol del Estado en la regulación del agro ruso.

 

Dilemas geopolíticos: trigo como herramienta estratégica

Más allá del aspecto económico, la caída de exportaciones de trigo tiene un fuerte componente geopolítico. Rusia ha utilizado históricamente sus exportaciones agrícolas como instrumento de influencia en zonas estratégicas, particularmente en países con inseguridad alimentaria crónica. Las ventas preferenciales, los acuerdos bilaterales y la ayuda alimentaria han sido formas de proyectar poder blando. La reducción de envíos en 2025 limita ese margen de maniobra y debilita su posición diplomática.

Asimismo, la imposibilidad de cumplir contratos o de garantizar volúmenes mínimos puede erosionar la confianza de socios comerciales. Esto podría tener efectos duraderos en la reputación del grano ruso, aún cuando se recuperen los niveles de producción. En contextos de tensión internacional como el actual, con sanciones y restricciones logísticas, cada ventana de exportación no aprovechada representa una pérdida tanto económica como estratégica para el Kremlin.

 

Perspectivas para el segundo semestre: ¿recuperación o estancamiento?

Las proyecciones para el resto de 2025 son inciertas. Si bien las condiciones meteorológicas han mejorado en algunas regiones, el ritmo de la cosecha aún es lento. Las autoridades esperan que con las nuevas medidas se reactive el flujo exportador en agosto y septiembre. Sin embargo, analistas advierten que los problemas estructurales —como la infraestructura obsoleta, la falta de incentivos y la concentración del comercio en pocos operadores— podrían seguir limitando el rendimiento del sector.

Además, todo dependerá de la reacción de los precios internacionales. Si la cotización del trigo sigue estancada o se recupera muy lentamente, los incentivos a vender seguirán siendo bajos. Por ello, algunos actores piden una estrategia de mediano plazo para garantizar la competitividad rusa en el comercio de cereales. Esto incluiría inversión en tecnología agrícola, fortalecimiento de cooperativas y diversificación de los mercados destino.

 

Lecciones aprendidas y reformas pendientes

La crisis del trigo en julio de 2025 deja varias enseñanzas para la política agrícola rusa. Primero, la importancia de un marco normativo flexible y adaptable, que no desincentive las exportaciones en momentos críticos. Segundo, la necesidad de políticas contracíclicas que equilibren los intereses de productores, consumidores y el Estado. Y tercero, la urgencia de contar con infraestructura logística moderna que evite cuellos de botella cuando el calendario agrícola se ve alterado.

Reformar el sector cerealero implica abordar tanto el corto como el largo plazo. Los estímulos fiscales son útiles, pero deben ir acompañados de inversiones en investigación, seguros climáticos, crédito agrícola y gobernanza transparente. Solo así Rusia podrá sostener su rol de potencia agrícola, evitando que éxitos pasados sean opacados por crisis coyunturales.

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