En un anuncio que marca el restablecimiento del comercio agrícola entre las dos mayores economías del planeta, Estados Unidos confirmó que enviará 12 millones de toneladas de soja a China, en cumplimiento del acuerdo bilateral firmado entre los presidentes Donald J. Trump y Xi Jinping en Corea del Sur. Este pacto, considerado un punto de inflexión en las relaciones comerciales internacionales, restituye las exportaciones agrícolas suspendidas durante la reciente guerra comercial.
El acuerdo establece la suspensión inmediata de los aranceles de represalia impuestos por China desde marzo de 2025, que habían frenado las exportaciones agrícolas estadounidenses hacia el gigante asiático. A partir de noviembre, se retomarán los envíos de soja, trigo, maíz, algodón, sorgo, carne de cerdo y pollo, lo que permitirá reactivar un flujo comercial valuado en más de 20 mil millones de dólares anuales.
De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), el primer embarque de soja saldrá desde los puertos de Luisiana y el Golfo de México hacia Shanghái y Guangzhou, consolidando así la reapertura de un mercado vital para el campo norteamericano.
El conflicto comercial había golpeado duramente a los productores de soja del medio oeste estadounidense, provocando una caída histórica en los precios y un exceso de inventarios. Con este nuevo acuerdo, se espera que el precio de la soja repunte hasta en un 18 % en los próximos meses, beneficiando a los agricultores de Iowa, Illinois, Minnesota y Dakota del Norte, principales estados productores.
El presidente Trump calificó el pacto como “una victoria para los agricultores estadounidenses y una señal de estabilidad para el comercio mundial”. Por su parte, Xi Jinping destacó que China retoma las compras de granos esenciales con “visión de cooperación y beneficio mutuo”, reafirmando su compromiso con la estabilidad alimentaria global.
Desde el lado chino, el acuerdo responde a una necesidad estratégica de abastecimiento de alimentos y proteínas. La reducción de las reservas internas de soja y el aumento del consumo de carne de cerdo y aves han impulsado a Pekín a normalizar las relaciones comerciales con Washington. Además de la soja, se proyecta la compra de más de 4 millones de toneladas de maíz y 1,5 millones de toneladas de trigo, así como importaciones adicionales de carne procesada y productos avícolas.
La reanudación del comercio agrícola también busca estabilizar los precios internos de los alimentos, que se habían visto presionados por la escasez de insumos para alimentación animal y por el encarecimiento de las importaciones provenientes de América del Sur.
El impacto del acuerdo trasciende lo bilateral: representa un giro decisivo para la economía agrícola mundial. Durante la guerra comercial, países como Brasil y Argentina habían incrementado sus exportaciones de soja hacia China, ocupando temporalmente el espacio dejado por Estados Unidos. Sin embargo, la reactivación del flujo agroalimentario entre Washington y Pekín podría reconfigurar nuevamente los mercados internacionales, afectando la demanda de soja sudamericana.
Analistas del Banco Mundial y de la FAO consideran que este pacto contribuirá a reducir la volatilidad de los precios internacionales y a estabilizar el mercado de granos en los próximos meses. Asimismo, las bolsas de Chicago y Shanghái ya registraron aumentos en las cotizaciones tras conocerse la noticia.
Además del componente comercial, el acuerdo incluye una agenda de cooperación técnica en sostenibilidad agrícola, biotecnología y eficiencia energética en la cadena de producción. Ambos países acordaron promover proyectos conjuntos sobre cultivos resistentes al cambio climático, mejora genética de semillas y reducción de emisiones de carbono en la agricultura.
Los ministerios de Agricultura de ambos gobiernos coordinarán un comité permanente de seguimiento para garantizar el cumplimiento de los volúmenes de exportación y los estándares sanitarios acordados.
Con la exportación inicial de 12 millones de toneladas de soja, Estados Unidos y China envían una señal inequívoca de reconciliación económica y diplomática. La medida reactiva el comercio agrícola bilateral, genera confianza entre los mercados e impulsa una etapa de cooperación que promete beneficiar tanto a productores como a consumidores.
El acuerdo no solo representa una transacción comercial, sino también un símbolo de estabilidad global, recordando que la agricultura continúa siendo uno de los puentes más sólidos entre las naciones, incluso en tiempos de tensión geopolítica.